Piernas cortas, pasos torpes.

Desde hace años tengo novio o salgo con alguien. Pocas veces sé estar sola. 

Lo que, para ser honesta, no me ha servido de nada, porque al final termino odiando un poquito más al mundo y creyendo cada vez menos en las miradas de amor.

Mis ex siempre regresan, como si fuera maldición. Sospecho que cierro una puerta pero dejo abierta la ventana y honestamente. Ya no quiero. 

Todo lo viejo tiene fecha de caducidad y ya no quiero romances pútridos, flores marchitas o promesas que sé no sé van a cumplir. 

Generalmente cuando vuelven los veo con asco. No sé porque hasta me revuelven el estómago, ha de ser el hueco de las mariposas que vivían ahí.

Por eso la mitad de mis problemas me pasan por enamoradiza. Debería ser igual de frígida que la vaquita marina, porque eso de ser táctil y vivencial sólo me esta llevando a mi propia extinción.

Voy a intentar caminar sólita, a ver cómo me va, saliendo un poco de la raya por la que siempre camino. 

El problema no es tropezar con la misma piedra, sino enamorarse de ella. 







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