Cuando alguien se va (y esta vez no eres tú)


Soy parte de la flora y fauna de la CDMX a la que llaman “foráneos”, esos pobres individuos que hacen malabares con su humilde quincena, de los que llegaron con una maleta a la ciudad llena de esperanza y comida de su rancho, muchas lágrimas y los papás que viven lejos.

Siempre soy la que se va, la que llega de visita, la que está en los momentos bonitos, cuando encienden los foquitos del árbol de navidad, las caras están alegres y la casa huele a pastel.

Veo a mi familia pocas veces al año. Algunas veces me regreso con nudito en la garganta y me siento como una traidora por dejar mi tierra.

Otras veces me voy aliviada, pero no me da remordimiento porque de seguro también mi familia se ha de haber sentido así conmigo alguna vez.

Me tocan las fiestas a distancia, ver las fotos de las reuniones y decime a mi misma que de seguro ni estuvo tan chido y que voy a la siguiente. Pero luego me pongo triste porque sé que sí estuvo chido, que tampoco voy a ir a la próxima y que lentamente me pierdo los pequeños detalles de la cotidianeidad.

Esta vez a la que le tocó irse es a mi abuelita ¿Qué les puedo decir de una de las mujeres que más he querido? Solo que ese amor siempre fue mutuo. Así yo pasara por mi etapa punk y varias facetas feas -y miren que sé tocar el fondo de la vida tan fácilmente como si fuera una alberca- o cuando decepcionaba a todos, ella nunca dejo de verme con los mismos ojos ni de defenderme hasta de mí misma, cuando yo también me sentía horrible conmigo.

Desde que supe que estaba enferma no me quedaba más que irme muchas veces de donde estuviera con los ojitos llorosos, porque los abrazos a distancia a veces no alcanzan, porque me toca ser adulta y tengo ser fuerte, porque tengo que mostrarme entera aunque me sienta rota.

Te llevas una parte enorme de mi corazón, pero me quedo con todos los “te quiero” que nos dijimos mil veces. Gracias por tantos cafés que nos tomamos juntas y por darme los mejores abrazos,de esos que saben a todo lo bonito de la vida.

Pero sobre todo, gracias por siempre confiar en mí sin importar que yo ya no creyera en lo que hago, por tener una veladora prendida en tu casa para iluminar mi camino por la vida cuando caminaba en penumbras.

Siempre estuve en tu mente y en tu corazón. Sigo caminando sola y asustada, pero me dijiste que yo podía con todo. Gracias por recordarme hasta cuando querías olvidarte de ti misma por tanto dolor que sentías.

Bien nos lo advirtió una vez Shakira: “Cuando alguien se va, el que se queda sufre más”.

Ya se me había roto el corazón antes, pero esta vez lo tengo hecho confeti.

Comentarios

  1. Se me hicieron de agua los ojitos. Ánimo prima, TQM, Lily R.

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  2. Tsss, me acordé de clandestino de Manu Chao.

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